jueves, 18 de junio de 2009

La Sociedad de la Información

Como sostiene Castells “la revolución de la tecnología de la información se caracteriza por su capacidad de penetración en todo ámbito de la vida humana”, por ello reflexionar sobre las herramientas tecnológicas de la Sociedad de Información que se han incorporado durante los últimos 15 años en mis actividades personales y profesionales, el modo en que han incidido en dichas actividades, y las transformaciones en hábitos y costumbres que han producido es una tarea ardua pues implica un extenso recorrido por todos los espacios de la vida cotidiana.
La incorporación de herramientas tecnológicas ha modificado hasta las actividades más rutinarias. Accedemos a las noticias, a los últimos estrenos cinematográficos, al nuevo tema musical de nuestro intérprete preferido, o al siempre consultado estado del tiempo, por medio de la computadora y ya no por el diario formato papel o la TV. El recordatorio telefónico nos avisa que no debemos olvidar esa cita tan importante a las 9:00AM, ni el cumpleaños de esa prima que no vemos hace tiempo. Nos encontramos con una amiga….pero en el chat. Entregamos un trabajo sin salir de nuestra casa, vía correo electrónico. Avisamos que tuvimos un inconveniente, que llegaremos tarde o que cambiamos el punto de encuentro (por citar un ejemplo) desde cualquier lugar y mediante un simple y económico SMS. (Recuerdo hace algunos años cuando íbamos de vacaciones y destinábamos una tarde entera para hacer la larga cola que caracterizaba a los locutorios de las zonas balnearias en temporada).Buscamos empleo en bolsas de trabajo en Internet. Consultamos precios, compramos y vendemos por “mercado libre”. Nos ponemos al tanto de las novedades académicas visitando la página web de la Universidad. Y hasta transitamos nuestra formación en aulas virtuales.
La vida profesional como parte esencial de la vida humana, no ha quedado al margen y se ha modificado significativamente en estos últimos años. La Escuela de Comunicación Social de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario, institución que integro desde hace unos años, no estuvo exenta al proceso de transformación tecnológica. La incorporación de la computadora, las redes globales y de los nuevos sistemas de almacenamiento de información produjeron cambios radicales. En primera instancia, implicaron una readaptación respecto de los recursos y formas de trabajo: de la maquina de escribir a la sala de computación, del grabador de casete a los formatos digitales, los MP3, MP4, del casete de cromo a los disquetes, a los CD y a los pen drives, de la cámara de video modelo 8000 a las versátiles cámaras digitales, del panel o mesa redonda al blog… Pero más allá de los aspectos técnicos, el incremento de la capacidad de producir, procesar y almacenar información y la reducción drástica de los costos y del tiempo necesario para ello, implicaron fundamentalmente un replanteo de la estructura teórica sobre la que se venia trabajando.
En un primer momento, no hace muchos años atrás, la energía estaba concentrada en “equipar” la escuela: comprar PC, grabadores digitales, filmadoras digitales, crear una página web institucional o un sistema que permitiera gestionar todos los quehaceres administrativos on line. Pero rápidamente empezó a vislumbrarse que la incorporación de todas esas herramientas tecnológicas debía acompañarse de cambios más profundos, relacionados con la apropiación de las mismas, para que las nuevas PC no se transformaran en simples Olivetti. Porque como señala Juan de Pablo Pons, “las TICS tienen un potencial que puede aportar ventajas y mejoras pero es el criterio de los docentes el que debe avalar esos cambios positivos.”
Poco a poco comenzamos a experimentar esa sensación de que la tecnología no produce mejoras por “osmosis”, que, como nos recuerda Diego Levis, “las TIC no tienen en si mismas capacidades intrínsecas de cambio que conduzcan inevitablemente a una mejora de las condiciones de vida en los usuarios”, que “deben considerarse como un instrumento y no como un fin en si mismas porque son herramientas para llevar a cabo nuestras ideas, no una varita mágica” y que, como sostiene Castells, “las nuevas tecnologías de la información no son simples herramientas para ser aplicadas, sino que son procesos para ser desarrollados”.
Empezamos a comprender que para explorar el potencial de las nuevas herramientas tecnológicas era (y es) fundamental acompañar su inclusión con la formación de los docentes. (Sin ir más lejos, mi participación en esta Diplomatura es producto de una beca propuesta por la Escuela que, consciente de esta necesidad, gestiona oportunidades para quienes la integramos.)
El desafió que nos proponen las transformaciones tecnológicos es inmenso y por ende las reflexiones que se desprenden de ellas no deben acotarse. Debemos tener siempre presente, como sostiene Levis, el “para que” de la incorporación de nuevas tecnologías, porque solo así dejaremos de culparlas por el aumento de las desigualdades sociales y podrán ayudarnos a mejorar los procesos de enseñanza – aprendizaje y finalmente contribuir a la conformación de una sociedad más libre y más justa…

Mansilla Andrea


Bibliografía
Manuel Castells; La era de la información (1997); Tomo I, Economía, Sociedad y Cultura; Capítulo 1: "La revolución de la tecnología de la información".
Manuel Castells; La era de la información (1997; Tomo I, Economía, Sociedad y Cultura, Prólogo: "La red y yo".
Levis, Diego; Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información (2004): "Modelo para armar” en Signo y Pensamiento nº 44, Bogotá
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